Hay muchos tipos de leche fermentada, como yogurt, kéfir, leche de cuajada y leche ribot. Cada uno de estos productos tiene su propio sabor y textura separados, debido a las diferentes bacterias utilizadas para la fermentación. La leche fermentada a menudo se considera más fácil de digerir que la leche no fermentada, ya que las bacterias de fermentación ayudan a descomponer la lactosa y hacerlo más digerible.